El contrato de temporada, el cual puede efectuarse por escrito o de forma verbal, viene regido por la Ley de Arrendamientos Urbanos, más concretamente por su artículo tercero, dirigiéndose para un uso distinto de el de la vivienda habitual.
Para efectuarse este tipo de contratos, será necesario disponer que se alquila la vivienda para un fin determinado.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha encargado de reiterar que para que exista un arrendamiento de temporada es necesario que la ocupación del inquilino sea ocasional y que la firma del contrato no se efectúe por la necesidad del mismo de establecer en el inmueble su hogar habitual, sino para ocuparlo por un tiempo determinado y en función de otro tipo de circunstancias.
En cuanto a la duración del contrato, debe quedar constancia de la fecha de la entrada en vigor y de su finalización, quedando automáticamente resuelto sin necesidad de un requerimiento previo.
En cuanto al pago de la fianza, el arrendador y arrendatario deberán someterse a lo regulado en el artículo 36 de la LAU, el cual establece que: “A la celebración del contrato será obligatoria la exigencia y prestación de fianza en metálico en cantidad equivalente a una mensualidad de renta en el arrendamiento de viviendas y de dos en el arrendamiento para uso distinto del de vivienda”.
Para finalizar, todos los pactos que no se han acordado entre las partes, quedarán regidos por lo establecido en la Ley de Arrendamientos Urbanos y supletoriamente, por las normas del código Civil.
A diferencia del arrendamiento de temporada, el coliving, es un concepto relativamente novedoso, el cual se basa en compartir espacios comunes entre los inquilinos que habitan en la vivienda, siendo estos generalmente, espacios profesionales, y compartiendo, por tanto, un lugar de trabajo y una residencia para intercambiar experiencias laborales y vitales. Se trata de una vivienda mediante la cual los inquilinos se distribuyen de forma igualitaria, los espacios comunes y comparten proyectos personales.